Damas y caballeros, queridos amigos de Kant.
¿Por qué nos hemos reunido hoy aquí? La respuesta es: porque Kant era prusiano oriental. Fue en Königsberg donde nació y murió, aquí pasó casi toda su vida. Cierto es que abandonó Königsberg algunas veces, pero nunca abandonó Prusia Oriental. Después de sus estudios vivió desde 1747 hasta 1750 como instructor de los hijos de párroco Andersch en Judtschen, cerca de Gumbinnen, y desde 1750 hasta 1754 con la familia von Hülsen en Groß Arnsdorf.
Después permaneció ya para siempre en Königsberg y solo ocasionalmente viajó alguna vez al campo. Varias veces visitó a su amigo Friedrich Leopold barón von Schrötter en su hacienda Wohnsdorff cerca de Friedland, dos veces al General von Lossow en su finca cerca de Goldap, una vez le hizo una visita al alcalde de Braunsberg y en varias ocasiones hizo excursiones con sus amigos Green y Motherby a Pillau. Lo que más le gustaba era leer descripciones de viajes, pero él mismo no viajaba. En Königsberg encontraba todo lo que necesitaba. Así lo explica en una nota del prólogo a su “Antropología desde el punto de vista pragmático”:
“Una gran ciudad, el punto central de un reino, en el que se encuentran los consejos estatales del gobierno del mismo, que tiene una universidad (para el cultivo de las ciencias) y que, además, goza también de una localización para el comercio marítimo que por medio de los ríos que fluyen desde el interior favorece el contacto con países con los que hace frontera a mucha distancia y que tienen de distintas lenguas y costumbres, una ciudad semejante, como por ejemplo, Königsberg, junto al río Pregel, puede ser tomada por un lugar propicio para ampliar, tanto el conocimiento humano de los hombres como también el conocimiento del mundo, y donde este puede ser adquirido sin la necesidad de viajar.”[1]
Sin lugar a duda, el mundo en que el Kant pasó toda su vida era Prusia Oriental. ¿Ha influido esto en él y en su filosofía? En él con toda seguridad. Kant hablaba prusiano oriental. Su discípulo R.B. Jachmann escribió en su biografía publicada en 1804, “Immanuel Kant a través de sus cartas”: “Consideraba la lengua de la conversación simplemente como un medio para intercambiar con facilidad nuestros pensamientos; esta… para un trato sencillo y general no debía, por tanto, tener otro cuño que el cuño de la tierra. De ahí que fuera él mismo en su lengua tan poco cuidadoso como para proferir provincialismos y seguir en varias palabras la errónea pronunciación de su provincia.”[2]
Kant decía, por consiguiente, “Marjellchen” para “Mädchen [muchacha]”, “Lorbass” para “Junge [muchacho]”, “Schmant” para “Sahne [nata]” y “Glumse” para “dicke Milch [crema de leche]”. En la pronunciación de Prusia Oriental la “e” suena como una “a” y la “ö” como una “e”. Kant bien podía pronunciar, por tanto, “essen” como “assen [comer]”, “Messer” como “Masser [cuchillo]” y “Königsberg” como “Keenichsbarch”.
Tal vez también exclamaba para expresar asombro:
“Erbarmung [Rayos]!” con erre apical[3] y seguía la tendencia de los hablantes de Prusia Oriental a usar el diminutivo con los sustantivos, diciendo así perrito [Hundchen], niñito [Kindchen], casita [Hauschen]. En ruso existe un fenómeno similar: se dice “Sobatschka”, “Detotschka”, “Domik”, y a la exclamación prusiana oriental “Erbarmung!” le corresponde en ruso “Pomilujte!”. Estas peculiaridades lingüísticas son algo del Este. “Como el Königsberg de esta época Kant está también orientado hacia el Este.”[4] Su hermano era párroco en Curlandia, sus estudiantes eran de Prusia Oriental, de Lituania y de Curlandia, sus primeras críticas aparecieron en Riga. Mitau, Dorpat y Riga le eran no solo geográficamente, sino también espiritualmente más próximas que Gotinga, Tubinga y Erlangen.
Estas peculiaridades lingüísticas se hallan también en los escritos de Kant. Karl Rosenkranz y Friedrich Wilhelm Schubert, los editores de la primera edición completa de las obras de Kant, escribieron en 1837 en el prólogo a esta:
“Hasta llegar a la Crítica de la razón práctica “seyn” es el término que aparece impreso para “sind [son/están]” … y para “seyen[5]”. Esto es así debido al bajo alemán [Plattdeutsch] el cual se hablaba en Königsberg, así como en Danzig y Hamburgo, incluso entre las clases más altas cuando la conversación derivaba a un tono más distendido. … En bajo alemán el infinitivo es “sìn”, justo igual que la tercera persona del plural tanto en indicativo como en Konjunktiv. A eso se debe que Kant escribiera en ambos casos “seyn” con toda naturalidad. No hay duda de que, a la hora de leer, dentro del bajo alemán diferenciaba estos dos usos y presuponía esta capacidad de distinción también en sus lectores.”[6]
También usa Kant el prusiano oriental cuando escribe en los Prolegomena[7] “que la razón se engañaría [betriege[8]] completamente con este concepto” y cuando habla en su artículo “El único fundamento posible de una demostración de la existencia de Dios”[9] de las determinaciones inconfundible [untrieglichen[10]] de la existencia”. Y es que los prusianos orientales también pronuncian la “ü” como una “i”.
Kant pone de manifiesto el vínculo que tiene con su ciudad natal en la medida en la que añade a casi todas sus obras la indicación del lugar donde se escribieron, como hace, por ejemplo, con el artículo “Respuesta a la pregunta qué es ilustración” cuando indica al final “Königsberg en Prusia, a 30 de septiembre de 1784.”[11]
Queda planteada la pregunta de si Prusia Oriental tuvo también alguna influencia en el contenido de las obras de Kant. K. Rosenkranz y F.W.Schubert responden a esta pregunta en sentido afirmativo:
“No obstante, bien comprendemos que la filosofía de Kant solo puede ser entendida si se la intenta comprender en conexión con la historia de siglo anterior y, especialmente, en conexión con la específica cultura literaria de Prusia Oriental y de Königsberg.”[12]
En su “Historia de la filosofía kantiana” Rosenkranz deduce la tendencia prusiana a la filosofía directamente a partir del paisaje: “Prusia es, en general, un país llamado por su naturaleza al cultivo del pensamiento. En un clima ya de por sí muy invernal, la amplia llanura, jalonada aquí y allá por cadenas de colinas, alimentada por gran cantidad de lagos interiores, surcada por poderosos raudales de agua, y frondosa en hierbas y árboles de hoja caduca y coníferas o llena, sin más, de arenas y de pedregales, de forma que recuerda a un fondo marino que hubiera sido desecado, incita por decirlo así a la reflexión. Un prusiano, Copérnico, fue el que ubicó la tierra dentro de nuestra mente en el punto exacto del cielo. Un prusiano, Kant, fue el que contribuyó a transformar radicalmente la concepción del mundo y el que hizo que saliera en la conciencia que el hombre tiene de sí mismo el sol del espíritu que tanto tiempo habíamos buscado fuera.”[13]
Rosenkranz procedía de Magdeburg y por eso describía Prusia Oriental y Königsberg como alguien que, aun viniendo de fuera, se había convertido en un convencido ciudadano de Königsberg. En sus “Bosquejos de Königsberg [Königsberger Skizzen]” aparecidos en Danzig en 1842 y dedicados a la gente de Königsberg se puede leer: “Königsberg esconde una profunda peculiaridad, una sólida cultura… La aislada situación de Königsberg… impulsa a que sus ciudadanos viajen. Muchos hombres y mujeres de la culta sociedad de Königsberg han hecho su tour por Alemania, Francia e Italia… Con el norte de Escandinavia, con Inglaterra, Holanda, Hamburgo y Lübeck muchos comerciantes están también en continuo contacto personal. No pocos conocen también Rusia y no solo saben hacer interesantes comentarios de San Petersburgo, sino también de Moscú. Cada vez comprendo mejor cómo el asombroso conocimiento de geografía por el que Kant destacaba se asentaba también en todo ese entramado cultural del lugar.”[14]
En el capítulo “Carácter general de Königsberg” de sus “Bosquejos de Königsberg” Rosenkranz explica la esencia de Königsberg de la siguiente manera: “Me parece que el rasgo fundamental de Königsberg reside en una universalidad dominada por la austeridad del entendimiento. … Así demuestra su natural disposición al progreso. … Pero en su universalidad Königsberg es al mismo tiempo de una comprensividad inasequible al desaliento. Esta comprensividad es, en conexión con aquella universalidad, la razón de una inhabitual justeza en el juicio. …Si esta es la razón de que la filosofía crítica haya salido de Königsberg, se ha de ver en ello de hecho algo más que una mera casualidad.”[15]
Kant ha impregnado a la gente y las tierras de Prusia Oriental. Pero no es solo eso. Como, Arnold Kowalewski, catedrático de filosofía de la Albertina, mostró en su discurso conmemorativo del bicentenario del nacimiento de Kant en abril de 1924, el espíritu de esta su ciudad natal se refleja también en su sistema. Kowalewski alude a varias características del carácter prusiano oriental que se dejan sentir en las obras de Kant: en primer lugar, la en ocasiones algo seca simplicidad del prusiano oriental; en segundo lugar, su fijación rayana en la obstinación, una profunda animadversión hacia la debilidad de las vacilaciones; en tercer lugar, su aspiración a la totalidad, su rechazo de las medianías; y en cuarto lugar, su carácter decididamente emprendedor. Todavía hoy merece la pena leer el texto de este discurso, al final del cual Kowalewski expresa su convicción de “que Kant, como sabio cosmopolita de Königsberg, no solo es uno de los nuestros por una cuestión meramente accesoria, sino también lo es íntimamente en la medida en la que el espíritu de su ciudad natal preside de forma eminente toda su filosofía. De aquí se origina para nosotros los prusianos orientales una solemne obligación de elevar de nuevo esta filosofía que es, por decirlo así, una parte de nuestro propio ser, a su máximo esplendor. Con ello, haremos a la cultura espiritual del Oriente un beneficio inestimable.”[16]
Hace más de 60 años que Prusia Oriental desapareció. Es una gran desgracia que precisamente los prusianos orientales, hombres del Oriente, que eran similares a los rusos en muchas cosas, fueran entonces desplazados hacia el Oeste. Hoy son pocas las personas que nacieron en la antigua Prusia Oriental. Lo que nosotros designamos hoy como “Alemania del Este” es Turingia y Sajonia, es decir, estados federales que históricamente siempre se hallaron en el centro de Alemania. La Alemania actual está anclada firmemente en el Oeste, es a lo que parece un país completamente occidental.
¿Qué hay entonces de la cultura de nuestro lado este de la que hablaba Kowalewski, esa que era también una parte de nuestro propio ser? ¿Ha cambiado nuestro ser? No lo creo. Dado que Prusia Oriental a resultas de la Segunda Guerra Mundial ya no es “nuestro lado este”, ¿se podrá decir que no existe ya la “cultura espiritual de nuestro Oriente”? Creo que sí que existe todavía, pero de una forma distinta. Si se lo quiere expresar en conceptos filosóficos —Königsberg es, no en vano, la capital de la filosofía—, se podría decir que: la historia de siete siglos de Prusia Oriental es la tesis; el aniquilamiento de Prusia Oriental en 1944/45 y el intento posterior de erradicar la parte alemana de la historia de este país, es la negación de la tesis y que hoy rusos y alemanes trabajan en común en la síntesis, esforzándose en conservar la gran herencia cultural de Prusia Oriental en un país que ahora pertenece a Rusia. Por eso estamos hoy aquí.
Rusia ha conquistado el país y la ciudad de Kant. El resultado de esta conquista es que el espíritu de Kant se extiende ahora libremente por toda Rusia. Kant fue y sigue siendo un prusiano oriental y un alemán y, al mismo tiempo, se ha convertido ahora en un compatriota de los rusos. Los dos pueblos más grandes de Europa, los rusos y los alemanes, se tienden la mano por medio del espíritu de Kant.
Es ya la segunda vez que tiene lugar un encuentro de las sociedades alemana y rusa de Amigos de Kant en Königsberg. Propongo que en el futuro se organice todos los años para conmemorar el nacimiento de Kant un encuentro similar con un solemne banquete de la judía que nos reúna a todos al final. Los Festivales de Salzburgo y de Bayreuth, las reuniones de economía mundial en Davos y los Festivales de las Noches Blancas de San Petersburgo tiene lugar también cada año, ¿por qué no entonces un encuentro germano-ruso de la Sociedad de Amigos de Kant en Königsberg? Permítannos convertir de esto en una tradición germano-rusa y, con ello, unirnos a la tradición del antiguo Königsberg. Les agradezco su atención y solicito su opinión respecto a esta propuesta mía.
@ 2009 Gerfried Horst
(Traducción del alemán al español: Miguel Oliva Rioboó –miguel.spanisch@gmail.com-)
Observaciones:
[1] Kants Werke, edición de la Academia (Ak.), VII, Obs., pág. 120,121.
[2] Reinhold Bernhard Jachmann, „Immanuel Kant geschildert in Briefen an einen Freund“, en Immanuel Kant, Sein Leben in Darstellungen von Zeitgenossen, ed. por Felix Gross, nueva edición. Darmstadt, 1993.
[3] Normalmente, en el alemán estándar la erre es gutural y no apical, al contrario de lo que ocurre en español. (Nota del traductor)
[4] Kurt Stavenhagen, Kant und Königsberg, Gottinga, 1949, pág. 36.
[5] Esta forma corresponde al Konjunktiv I, el modo gramatical que en alemán asume la trasmisión del estilo indirecto. En este caso concreto, la tercera persona del plural verbo “sein [ser/estar]”. (Nota del traductor)
[6] Immanuel Kants Sämmtliche Werke, hrsg. von Karl Rosenkranz und Friedr. Wilh. Schubert, Erster Theil, Leipzig 1838, S. XVII/XVIII
[7] Prolegomena zu einer jeden künftigen Metaphysik die als Wissenschaft wird auftreten können, de Immanuel Kant, Riga, 1783, pág. 8.
[8] Es la variante prusiana oriental de “betrüge”. (Nota del traductor)
[9] Immanuel Kant, “Der einzig mögliche Beweisgrund zu einer Demonstration des Daseyns Gottes”, en Kants Werke, ed. por Wilhelm Weischedel, edición especial, Darmstadt, 1960, págs. 616ss y 636.
[10] Es la variante prusiana oriental de “untrüglichen”. (Nota del traductor)
[11] Ak. VIII, S. 33ss, 42
[12] Immanuel Kants Sämmtliche Werke, ed. por Karl Rosenkranz y Friedr. Wilh. Schubert, ibídem, pág. XXIV.
[13] Karl Rosenkranz, “Geschichte der Kant’schen Philosophie“, en Immanuel Kants Sämmtliche Werke, ed. por Karl Rosenkranz y Friedr. Wilh. Schubert, parte 12, Leipzig, 1840, págs. 98/99.
[14] Karl Rosenkranz, Königsberger Skizzen, Danzig, 1842, reimpresión, 1972, págs. XXVI/XXVII
[15] Ibídem, pág. 64-69 passim
[16] Arnold Kowalewski, “Vom Heimatgeist in der Kantischen Philosophie”, en Rudolf Malter (ed.), “Denken wir uns aber als verpflichtet…“ Königsberger Kant-Ansprachen 1804-1945, págs. 150ss, 155.